Contra la tercera España

Profesor de Filosofía Política y del Derecho en el CEU, Zerolo inunda con sus reflexiones un vacío para quienes creemos en la confrontación de ideas desde la tolerancia. El consenso es el sistema y, a partir de ahí, negar la discusión y situarse en apacibles equidistancias es empedrar un camino utópico que conduce a la parálisis, o a algo peor. En la política como en la vida hace falta discrepar, confrontar, construir alternativas y ofrecérselas al ciudadano desde las distintas posiciones ideológicas. Sólo así las sociedades avanzan. Creo firmemente en la capacidad sanadora de la discusión, del debate de ideas y de opciones, porque de ahí surgen las mejores soluciones. Sólo un matiz preventivo: la discusión ha de ser civilizada, la que es capaz de ponerse en los zapatos del adversario, y ahí es donde Zerolo enlaza por un camino propio con el fondo del lamento unamuniano. Es la diferencia entre una polaridad leal y una poralización tóxica, la que encasilla y etiqueta, la que lo inunda todo de negros y blancos sin escalas.

Desde la primera página Zerolo escribe contra la idea de la tercera España porque el relato de «las dos Españas» es para él un cuento que deteriora la conversación pública, un cuento que elimina el conflicto desde una postura «angélica que acaba por confundirlo todo»: «No hay dos Españas porque solo hay una que, a veces, y dependiendo de la época y el lugar, discute. Ni siempre son los mismos ni siempre discuten los mismos. No hay una España azul y una roja, ni la mezcla de azul y rojo da naranja».

'Contra la tercera España' es, en suma, una encendida, valiente y muy actual defensa de la democracia liberal, un modelo que necesita militantes y argumentos como los que Armando Zerolo ofrece a los demócratas: la polaridad es salud. La discusión es salud. Y hasta las posturas más irreconciliables pueden encontrar puntos en común sin negarse mutuamente: «No se puede pretender eliminar el conflicto de la naturaleza política: sería como quitarle la corriente a la electricidad. El conflicto no es malo y lo que sí es realmente malo es pretender eliminarlo». Le recomiendo su lectura para, después, mantener una acalorada y nutritiva discusión.